“The mountain”, dirigida por Rick Alverson, estuvo presente en la sección oficial del festival de Venecia, consiguiendo incluso un premio especial y, aún así, curiosamente, en España no ha sido estrenada en salas. Pese a contar con actores de la talla de Denis Lavant y Jeff Goldblum, en nuestro país solo hemos podido (y seguimos pudiendo) verla a través de la plataforma Filmin. Aún así, es un estreno de cierta importancia que nos ha llamado la atención.
“The mountain” transcurre en el ambiente hospitalario de los psiquiátricos de los años 50. Los dos protagonistas recorren unos frondosos bosques estadounidenses, de psiquiátrico en psiquiátrico, mientras practican lobotomías a los pacientes que allí encuentran, envueltos siempre por un ambiente aséptico y extraño que no les abandona ni aún fuera de los hospitales. Podríamos decir que el tema de la película es la locura, la locura clínica, siempre tan difícil de delimitar.
Al comienzo de la película, vemos a un chico cuya madre está ingresada en un hospital psiquiátrico y cuyo padre acaba de morir. Cuando está vendiendo lo que parecen pertenencias de su padre y de la casa, se le presenta un médico que al parecer atendió a su madre y conoció a su padre y le propone que le acompañe en unos viajes llevando cosas y haciendo fotos. El chico acepta, motivado, aparentemente, por poder encontrar a su madre en alguno de los muchos hospitales psiquiátricos que visitan. Hasta este punto parece que la historia va a ir por unos cauces clásicos, sin embargo, el objetivo de reencontrarse con su madre parece dejar de tener tanta importancia (incluso parece insinuarse que la madre está muerta), aunque nunca sabemos nada a ciencia cierta en esta película. El doctor y el chico siguen viajando de hospital en hospital, el tiempo queda suspendido en una rutina extraña, un cambio se está fraguando en el más joven de los dos. Este empieza a sentir cada vez más compasión por los ingresados en los hospitales y más distanciamiento y repulsión hacia el doctor, que les lobotomiza, y hacia el resto de “cuerdos”.
Se puede observar en este resumen de lo que es algo más de la mitad de la película una abundancia de inexactitud y de afirmaciones no tajantes sobre el argumento, bien, pues es algo buscado en el film. En él se juega constantemente a dejar ambigüedades, preguntas sin responder, hechos que solo podemos explicar parcialmente, etc., a la vez que nos encontramos con un protagonista cuyos gestos y expresiones de emoción pueden contarse con los dedos de una mano. De esta manera, se nos antoja casi imposible entender lo que siente durante la mayoría del tiempo. Da la sensación de que el director no quisiese que seamos capaces de seguirle el ritmo a los personajes.
No creo que estas operaciones realizadas favorezcan a la cinta, añaden dificultad en la comprensión, incluso, de los detalles más nimios, que quedan cargados de un misterio engañoso, pues no tienen la trascendencia que aparentan.
Un ejemplo, para que se me comprenda, tiene lugar en el primer cuarto de película, antes de una de las fotos de equipo de quirófano realizadas por el protagonista. El doctor y otro médico están teniendo una conversación de la que solo escuchamos: -D: “Me gustan las fotos” –M: “Estaban programadas. No sé dónde están”. De este fragmento podemos deducir que quizá el doctor ha tenido que explicar por qué quiere tomar fotos, o quizá no, quizá se trate de otra cosa, el caso es que no entiendo la utilidad de mantener el misterio al respecto. Desde mi punto de vista, cualquiera de las dos otras opciones: dejar toda la conversación o quitarla entera, hubiese sido más acertada.
No encuentro la manera de explicar la razón de ser de este tipo de recursos, si bien no es la primera vez que los veo en una película (normalmente actuales). A veces da la sensación de que se pretendiese añadir de esa manera interés a la escena, como si no confiasen lo suficiente en lo que cuentan en ella y prefiriesen no contar nada a la vez que mantienen la apariencia de que sí lo están haciendo.
Además, considero que “The mountain” sí que tiene algo que contar. Sin duda, la historia es interesante en líneas generales: el chico va sintiendo cada vez más repulsión hacia las lobotomías que practica el doctor y más compasión hacia los pacientes de los psiquiátricos, que son quienes las reciben. Cada vez se acerca más a los locos, alejándose de los cuerdos y llega a sentirse atraído, y parece que hasta a enamorarse, de una paciente. Finalmente, el chico pasa al lado de los locos, se rebela contra eso que repudia con un acto violento y aparentemente deliberado y le practican una lobotomía. Le dejan con la chica de la que se enamoró, ambos lobotomizados, en la casa del padre de ella, y se terminan escapando.
Resulta interesante esa historia de una persona que se empieza a sentir más cerca de los locos que de los cuerdos, pero nos quedamos con sabor a poco. El caso es que la película, como decíamos, hace todo lo que puede para dejarnos fuera, nunca estamos con el protagonista y esto hace que al final, a nuestros ojos, quede simplificado a un esquema, a la superficie, que es lo que vemos de él.
En definitiva, creo que “The mountain” desaprovecha el tema sobre el que versa, puesto que pasamos la mayor parte de la película intentando averiguar qué pasa en vez de profundizar en lo que propone. Enuncia un protagonista, un tema y unos personajes interesantes, con potencial, pero no llegan a ser aprovechados. Empleamos muchísimo tiempo en descifrarlos, en comprender la enunciación y cuando llegamos a comprenderlo resulta que no hay más. Al terminar “The mountain”, si hemos sido capaces de descifrarla, tenemos la sensación de haber visto una película incompleta, un film que se pone trabas a sí mismo para contar algo que, en el fondo, es bastante sencillo, quizá demasiado.